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El Rey de cartón y los siervos realistas: una perspectiva de la libertad en el Quijote

  • Foto del escritor: Juan Manuel Gómez García
    Juan Manuel Gómez García
  • 8 mar 2020
  • 11 Min. de lectura

Actualizado: 25 jul 2020


Tomado de https://www.h-net.org/~cervantes/doreimag/tav021.gif

Este ensayo trata sobre la libertad en “La aventura de los galeotes” (Cervantes, 2015, p.199), del episodio 24 de la primera parte de la novela Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra. Procederé mediante el énfasis por las dificultades materiales de proponer una interpretación total de Don Quijote tanto por su extensión —por eso escogí un solo episodio—, como por su tema, que, si bien la libertad es un tema complejo, es solo un aspecto enfatizado para el fin de este texto.


El mundo no ha cambiado tanto como muchas veces creemos: despertamos, comemos, estudiamos, trabajamos, recorremos los lugares en donde habitamos diariamente, trabajamos y dormimos, en general es así, sin importar cuantos siglos o kilómetros de diferencia nos separen de otros hombres. Habrá más bibliografía por consultar, avances técnicos y científicos y la globalización, pero en sí, la monotonía de la rutina y el protocolo de servidumbre —la condición política de la humanidad— persisten en el mundo, con justificaciones y técnicas distintas dependiendo de la época y el lugar, evidentemente.


¿Por qué los hombres viven como siervos por milenios?, ¿qué los impulsa a vivir de esa manera? Pienso que es la dominación de una minoría sobre una mayoría, dominación legitimada, por medio del sistema Estado, Refiere Locke (2004) que la legitimidad del gobierno descansa en el consentimiento de los gobernados. Que todos están obligados a aceptar. Este poder de unos pocos sobre la vida de muchos siempre se acepta como algo natural al hombre, el sistema en el que mágicamente todas las sociedades de individuos convergen, por medio del contrato social, ya que siempre que algunos individuos se asocien en una sociedad, deben renunciar al poder ejecutivo que tienen en la sociedad natural —en la que no funciona la organización estatal— a favor de la comunidad (Locke, 2004); se dice que si no hubiera un estado se produciría una guerra de todos contra todos como afirma Hobbes: esto sirve para justificar la dominación, la usurpación de la libertad de actuar de cada ser humano para vivir en orden, como dice Locke (2004), el bien que adquirimos al momento de hacer el contrato social es la protección del gobierno de los derechos naturales de la vida, la libertad y la propiedad, sacrificando nuestro derecho natural de juzgar y castigar a la autoridad. Irónicamente, tanto de dominados como de dominadores.


Desobedecer la autoridad criticándola es algo peligroso tanto en el siglo XVIII como ahora. Las personas que no obtienen beneficios del orden generalmente son las que tienen el coraje de enfrentarlo. Por eso, esta historia es referida por Cervantes (2015) a través de Cide Hamete Benengeli, autor arábigo y manchego que cuenta una historia “gravísima, altisonante, mínima, dulce e imaginada” (p.199). Porque, solamente un pagano puede actuar indignamente señalando las deficiencias del orden del Rey y, por ende, de la Justicia y de Dios.


Benengeli cuenta que venían doce hombres encadenados acompañados de dos guardias a caballo y con escopeta y otros dos con espadas y dardos. Y que, así como Sancho Panza los vio, dijo:


—Esta es cadena de galeotes, gente forzada del rey, que va a las galeras.

—¿Cómo gente forzada? —preguntó don Quijote—. ¿Es posible que el rey haga fuerza a ninguna gente?

—No digo eso —respondió Sancho—, sino que es gente que por sus delitos va condenada a servir al rey en las galeras de por fuerza.

—En resolución —replicó don Quijote—, como quiera que ello sea, esta gente, aunque los llevan, van de por fuerza, y no de su voluntad.

—Así es —dijo Sancho.

—Pues, de esa manera —dijo su amo—, aquí encaja la ejecución de mi oficio: desfacer fuerzas y socorrer y acudir a los miserables.

—Advierta vuestra merced —dijo Sancho— que la justicia, que es el mesmo rey, no hace fuerza ni agravio a semejante gente, sino que los castiga en pena de sus delitos. (Cervantes, 2015, p.200).


Quijote pone en evidencia una de las incoherencias del ejercicio de la autoridad del rey ¿si es él la Justicia por qué condena a los miserables por la fuerza?, ¿acaso no es injusto, siendo él un representante de Dios, que sus designios sean violentos contra los que no pueden defenderse? y ¿por qué decide sobre la vida de otros como si fuera Dios?


El Rey no puede ser la Justicia porque sus procedimientos son injustos y, por ende, no es designado por Dios para ejercer su autoridad. Las figuras que ostentan el poder de mandar sobre otros deben legitimar su derecho a juzgar y a castigar por una causa aceptada por sus dominados —como es Dios—, para eso se construyen a sí mismos como figuras necesarias para el orden; se inventan problemas supuestamente naturales para una realidad inventada por ellos en la que solo sus capacidades son vitales para perpetuar la vida; así, los reyes son designados por Dios al ser descendientes de Adán, o en nuestro caso, porque las personas de las sociedades contemporáneas se devorarían entre sí si no hubiera una autoridad científica y democrática que las regule.


Ya que su autoridad no está legitimada por Dios —además de que es imposible rastrear el linaje directo de Adán— ni por sus acciones por ser lejanas a las enseñanzas cristianas. Entonces, ¿cómo ejerce sus acciones? Pues lo hace usando a otros hombres, que además de miserables son honrados, pero, por participar de la autoridad del rey, —siendo ellos los que hacen cumplir sus órdenes— al sostener violentamente el orden artificial que él inventó también son parte de la corrupción del estado.


Quijote se acercó a uno de los guardas a caballo y “con muy corteses razones” (Cervantes, 2015, p.200) le pidió que le informara las causas de porqué llevaban a personas encadenadas y el guardia le respondió “que eran galeotes, gente de Su Majestad, que iba a galeras, y que no había más que decir, ni él tenía más que saber.” (Cervantes, 2015, p.200) Quijote siguió insistiendo en que quería saber las causas de las desgracias de cada galeote y el otro guardia a caballo le respondió:


—Aunque llevamos aquí el registro y la fe de las sentencias de cada uno destos malaventurados, no es tiempo este de detenerles a sacarlas ni a leellas: vuestra merced llegue y se lo pregunte a ellos mesmos, que ellos lo dirán si quisieren, que sí querrán, porque es gente que recibe gusto de hacer y decir bellaquerías. (Cervantes, 2015, p.200).

De la justicia solo se habla en los emplazamientos de la autoridad no en un camino del campo, a los guardas solo les importa cumplir con las órdenes del rey ya que él es la justicia, responder con cortesía y con razones a Quijote es irrelevante, solo el rey tiene que saber de esos temas.


Y solo él debe saber de esos temas porque es él quien inventa la realidad que le convenga, solo él tiene la autoridad para pensarla y cambiarla. Esta realidad en la que él es el pilar sobre el que el orden se mantiene, como mencioné anteriormente, es incompleta, es decir, falsa: porque solo puede existir una Realidad, si hay varias “realidades” estas son las fantasías percibidas por algunos. Por eso, la realidad impuesta por la autoridad del sistema sobre las personas es una realidad sin referentes materiales directos, a partir de los deseos de la autoridad que encasilla o divide a la Realidad, dinámica que el sistema necesita inventar para perpetuarse indefinidamente.


Entonces, si depende de los deseos de dominación de una autoridad inventarse “unas realidades” para legitimar su tiranía, esta autoridad es irracional porque no responde a ningún malestar humano, ni es necesaria para garantizar derechos sino para suprimirlos —los de los ciervos obviamente— los que viven una realidad inventada y limitada por la autoridad, para obedecer y trabajar, ¿y los trabajadores no eran personas realistas?

Después de la respuesta del guarda Don Quijote prosiguió a preguntarle a los galeotes la causa de su miseria:


El primero era un mozo de 24 años que fue condenado a 100 azotes y 3 años en galeras por robar una canasta de colar llena de ropa blanca, “por estar enamorado”, el confesó porque fue atrapado in fraganti así que no hubo necesidad de tortura; El segundo galeote no respondió y el primero habló por él. Era un cuatrero y delató a sus compañeros bajo tortura, fue condenado a 6 años y a 200 azotes; El tercero fue condenado a galeras por no sobornar a un juez, Quijote dijo que se los daría con gusto; El cuarto galeote era un hombre de venerable rostro, con una barba blanca que le pasaba por el pecho, este comenzó a llorar y no respondió; El quinto galeote respondió por él y dijo que no lo torturaron, lo humillaron llevándolo en burro de la cárcel a la picota y lo condenaron a 4 años en las galeras. Este era un alcahuete, un intermediario comercial, y lo acusaron de hechicero. Él no rechazó la acusación de alcahuete, pero si la de hechicero, a lo que Quijote dijo: el libre albedrío no es forzado o movido por la hechicería porque es “cosa imposible forzar la realidad”(Cervantes, 2015, p.203).; El quinto galeote era un mozo con sotana y era un gentil latino, tuve relaciones sexuales con dos primas y dos hermanastras dejándolas embarazadas, cuando nacieron los niños el no tuvo dinero y prefirió 6 años en galeras que morir ahorcado por incesto, y dijo: “castigo es de mi culpa; mozo soy: dure la vida que con ella todo se alcanza” (Cervantes, 2015, p.204).


El sexto galeote se llamaba Ginés de Pasamonte, estaba atado en los pies y en las manos y entre estos, fue sentenciado a muerte civil, despojo de sus derechos, y a 10 años en galeras. Ginés escribe su autobiografía y está orgulloso de ella porque está orgulloso de su vida —por eso es el más peligroso de todos—, la dejó empeñada en la cárcel por 200 reales. Cuando Quijote le pregunta sobre el tema de su libro él dice “Loque le sé decir a voacé es que trata verdades y que son verdades tan lindas y tan donosas que no pueden haber mentiras que se le igualen.” (Cervantes, 2015, p.206). En dos ocasiones Ginés responde al alguacil ante sus insultos, en la segunda vez se interpuso Quijote porque el guarda a caballo con una vara le iba a golpear.


Todos estos hombres han cometido la falta de desafiar o de despojar la autoridad del rey por unos momentos. El primero robó unas prendas de ropa, el segundo era cuatrero y el cuarto un comerciante, ellos rompieron la prohibición de la propiedad privada legitimada por el rey y la comercialización sin la intervención del estado y, sin embargo, el rey los sentenció a años en galeras, porque no importa tanto el crimen sino el haber desafiado a la autoridad del rey; el tercero no pudo sobornar a un juez y el quinto cometió incesto, faltas a la moral que sostiene la legitimidad de la autoridad, como son la organización católica de la familia y la estructura de la administración de la justicia.


Sin embargo, el sexto, Ginés de Pasamonte no acepta las órdenes del rey pasivamente como sus compañeros de sentencia, sino que es agresivo y está orgulloso de su vida, por eso es el más peligroso de todos —aun estando sentenciado a 10 años de galeras y muerte civil—, porque no renuncia a vivir su vida y no a vivir la impuesta por el rey.

Prosigamos. Cuando el alguacil iba a golpear a Ginés, Quijote se interpuso y rogó para que no lo golpeasen, giró y se dirigió a los galeotes:


—De todo cuanto me habéis dicho, hermanos carísimos, he sacado en limpio que, aunque os han castigado por vuestras culpas, las penas que vais a padecer no os dan mucho gusto y que vais a ellas muy de mala gana y muy contra vuestra voluntad, y que podría ser que el poco ánimo que aquel tuvo en el tormento, la falta de dineros deste, el poco favor del otro y, finalmente, el torcido juicio del juez, hubiese sido causa de vuestra perdición y de no haber salido con la justicia que de vuestra parte teníades. Todo lo cual se me representa a mí ahora en la memoria, de manera que me está diciendo, persuadiendo y aun forzando que muestre con vosotros el efeto para que el cielo me arrojó al mundo y me hizo profesar en él la orden de caballería que profeso, y el voto que en ella hice de favorecer a los menesterosos y opresos de los mayores. Pero, porque sé que una de las partes de la prudencia es que lo que se puede hacer por bien no se haga por mal, quiero rogar a estos señores guardianes y comisario sean servidos de desataros y dejaros ir en paz, que no faltarán otros que sirvan al rey en mejores ocasiones, porque me parece duro caso hacer esclavos a los que Dios y naturaleza hizo libres. Cuanto más, señores guardas —añadió don Quijote—, que estos pobres no han cometido nada contra vosotros. Allá se lo haya cada uno con su pecado; Dios hay en el cielo, que no se descuida de castigar al malo ni de premiar al bueno, y no es bien que los hombres honrados sean verdugos de los otros hombres, no yéndoles nada en ello. Pido esto con esta mansedumbre y sosiego, porque tenga, si lo cumplís, algo que agradeceros; y cuando de grado no lo hagáis, esta lanza y esta espada, con el valor de mi brazo, harán que lo hagáis por fuerza.(Cervantes, 2015, p.207).


Quijote apela razonablemente a los guardias al decirles que con el sufrimiento que han padecido los sentenciados es suficiente para saldar su deuda, las galeras son una pena excesiva, además de que suprime la voluntad natural al hombre de forma injusta. Dios —por ser la autoridad incuestionable— es el único que podrá juzgarlos y por eso los guardias deberían dejar ir a los presos, porque ellos no les han agredido ni les han insultado. No obstante, los guardias no hablan en el registro de Quijote porque los asuntos relacionados a la justicia solo están relacionados con el rey en lugares especiales, como el tribunal y la iglesia, y el alguacil dice:


—¡Donosa majadería! —respondió el comisario—. ¡Bueno está el donaire con que ha salido a cabo de rato! ¡Los forzados del rey quiere que le dejemos, como si tuviéramos autoridad para soltarlos, o él la tuviera para mandárnoslo! Váyase vuestra merced, señor, norabuena su camino adelante y enderécese ese bacín que trae en la cabeza y no ande buscando tres pies al gato. (Cervantes, 2015, p.207).


Además, las extensiones del poder del rey, del estado, de la autoridad son igualmente dominados como sus cautivos, si la autoridad del rey castiga por robar un cesto de ropa con 3 años de galeras ¿cómo será si a los guardias se les escapan 12 galeotes —entre ellos Ginés de Pasamonte— por culpa de un anciano loco? El ejercicio del poder autoritario produce sufrimiento al que lo ejerce y al que lo recibe.


En seguida Quijote golpeó al comisario con su lanza y lo tumbó del caballo, posteriormente los galeotes se liberaron y golpearon a los demás guardias, escapándose unos.


Al terminar el ajetreo, Quijote les exigió, por haberlos liberado, ir al Toboso ante Dulcinea todos juntos y les mostrasen sus cadenas y le contasen la hazaña, pero Ginés le explicó que ante la imposibilidad de recorrer los caminos e ir en grupo porque la Santa Inquisición los iba a buscar no podían cumplir su exigencia, que se conformase con unas oraciones.


Quijote se enojó con Ginés y le ordenó que solo el fuera a cumplir su exigencia. Con un guiño de ojo, Ginés dio la señal a los otros galeotes para apedrear y golpear a Quijote, a Sancho, a Rocinante y a jumento, además, desnudaron a Sancho dejándole solo en camisa y les robaron todo lo que pudieron llevarse. Quijote quedó avergonzado en el suelo junto a Sancho ante semejante golpiza que les dieron los que él les había hecho bien.


Y Quijote terminó golpeado y humillado por quienes salvó pero, sus acciones no son para obtener favores políticos o económicos, él es él que es porque es un caballero, no un noble, un rey o alguien adinerado, hace las cosas que hace por su causa: Dulcinea y su fama como gran caballero, es decir, actúa si un interés oculto, como podría actuar alguien que necesita demostrar su bondad a los otros para recibir beneficios de la sociedad, por eso este suceso y muchos peores no lo detuvieron a seguir siendo un caballero.


En un mundo en el que las autoridades de turno inventan realidades falsas para someter a los menos favorecidos, los reyes son de cartón y de papel crepé, se visten de dorados y púrpuras que asemejan finas telas cuando, a final de cuentas, se protegen del frío con cartones baratos de colores, siendo ellos los hombres más miserables, inútiles y estúpidos en toda la historia de la humanidad, esclavos de sus propias mentiras someten al mundo y a ellos mismos al sufrimiento.


Si pudieran detener este ciclo de opresión no podrían, depende de los dominados cambiar los sistemas políticos, económicos y culturales que les sean nocivos pero, son los dominados los que, al obtener unas migajas de pan más que los otros, defienden el sistema que los agrede y empiezan a naturalizar la esclavitud e imponerla a los demás, como si fuera su propia causa; no sospechan que su realidad está limitada por discursos malintencionado de autoridades por medio de instituciones, son siervos realistas, tanto porque obedecen a la realeza de hace 200 años —o la actual— como porque piensan que el mundo es como es ahora y no puede cambiar, la realidad de cartón no les permite ver que actuar como un loco, abogar por los valores de la humanidad, no es estupidez sino sabiduría y coraje.


Bibliografía:

Locke John (2004). Segundo tratado sobre el gobierno civil: un ensayo sobre el verdadero origen, alcance y fin del gobierno civil. Madrid: Filosofía Alianza editorial.

Cervantes, Miguel (2015). Don Quijote de la Mancha. España: Alfaguara.

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