Análisis de “Las Manos de Jean-Marie”, un poema de Rimbaud
- Juan Manuel Gómez García
- 6 mar 2020
- 7 Min. de lectura
Actualizado: 25 jul 2020

Las Manos de Jean-Marie aparece por primera vez en la carta del 13 de mayo de 1871 a Georges de Izambard, carta conocida por sus postulados sobre la videncia y la necesidad vital de Rimbaud de construirse razonadamente en Vidente como dice en la carta del 15 de mayo de 1871 a Paul Demeny (Rimbaud).En ese momento de su vida, Rimbaud había vuelto a Charleville después de una de sus escapadas a París, que duró tres meses aproximadamente justo antes de que comenzara la Comuna de París, acontecimiento revolucionario que apasionó mucho a Rimbaud.
Esta construcción de sí mismo -que es razonada para convertirse en vidente- consiste primero en el autoconocimiento total y posteriormente en intentar hacer el alma monstruosa, “fea” y estar orgulloso de ello “Imagínese a un hombre plantando y cultivándose verrugas en el rostro”; esta afeización del alma es “por un largo, inmenso y razonado desarreglo de todos los sentidos” de tal manera que se conozcan muchas formas de amor y de locura “el agota todos los venenos para conservar solo las quintaescencias” hasta convertirse en “el gran maldito -¡y el supremo sabio!”. Al poeta se le deben exigir nuevas ideas y formas, y las mujeres tienen un papel fundamental en ello: cuando se haya roto la infinita servidumbre de la mujer, cuando ella y para ella, el hombre –hasta hoy abominable- habiéndola liberado, ¡ella será poeta también! ¿Sus mundos de ideas diferirán de los nuestros? La mujer hallará cosas extrañas, insondables, repelentes, deliciosas. Y nosotros las tomaremos, las comprenderemos.
Rimbaud llama a Baudelaire el primer vidente, el rey de los poetas, un verdadero dios, él fue el que abrió paso a una poesía nueva donde el poeta puede afearse (como pretende el que quiere ser vidente) y tratar temas aparentemente “feos, impropios” para la poesía, como pueden ser las manos de una mujer curtida por el sol. Baudelaire fue el primero en controvertir el termino de belleza y como esta funcionaba en una sociedad que debía cuestionarse, por eso Rimbaud lo llama vidente; el mostró nuevas formas e ideas acerca de las mujeres, de los pobres, de la sociedad y la vida en sí, viviendo un proceso de “afeamiento” al vivir junto a la gente común y no verla desde lejos o perderse en la multitud con ella. Su desarreglo sistemático de los sentidos le hace el primer vidente al proponer nuevas formas de existencia y de poetizar la vida: por eso autores como Rimbaud o Mallarme en relación con los temas que tratan y el tratamiento que les dan son posteriores a Baudelaire.
Desde Charleville siguió con mucha atención las noticias de la Comuna padeciendo la monotonía que representaba para él su pueblo, monotonía que se transformaría en ardiente simpatía por los comuneros y posteriormente en desilusión –no por decepción- sino por la derrota militar que sufrió la Comuna de París a manos de los reaccionarios prusianos y franceses.
Muchas personas de gran influencia de la época pensaron y admiraron la labor de la Comuna (no como una derrota nostálgica sino como un proceso en la praxis vital para el cambio de orden mundial), como son Kroptokin, Bakunin, Marx y Engels (Klinamen). Esta admiración se debe a la autorganización popular de los parisinos maltratados tanto por los conquistadores como por sus regentes. Ante este deslumbramiento causado por la omisión de la organización administrativa sostenida por el control estatal y su frivolidad, considero que las mujeres fueron las que, principalmente y con más potencia, construyeron la Comuna de París: Louis Michel, la buena Louis, la virgen roja fue la mujer que lideró tanto la organización de las células y regimientos femeninos como la defensa y autoadministración de toda la Comuna de París en cooperación con los habitantes obreros de la ciudad.
Hecho histórico aún extraño en nuestro tiempo el de la Comuna de París, no solo porque las mujeres lucharon militarmente junto a los hombres, también por su participación en la construcción de un pensamiento colectivo hermano de la acción: Las que más tarde, tras la derrota militar de la Comuna, se les llamarían las incendiarias (les pétroleuses), fueron las mujeres que construyeron un modelo de salud (desmonopolizado de las monjas), un modelo educativo activo y no opresivo para los niños, las mujeres, los ancianos y muchos obreros que aparte de luchar y ayudar también aprendían, y regimientos armados no jerárquicos que mantuvieron a raya al ejercito reaccionario aun después que todos los demás regimientos cayeran.
El poema “Las manos de Jean-Marie” es sobre esta asociación libre de mujeres que defendieron la Comuna de París hasta el final, todas ellas son Jean-Marie.
Con mi inocente intuición, considero que la mayor representante de la Comuna es Louis Michel y ella podría ser, si se habla de alguien en específico en el poema, de quien se habla en él. Pero considero más acertado considerar que todas las mujeres (todas las personas que puedan sentirse como mujeres) que se asocian libremente para luchar son las manos de Jean-Marie.
Las Manos de Jeanne-Marie (Rimbaud, Poesías y otros textos)
Jeanne-Marie tiene manos fuertes,
manos sombrías que curtió el verano,
manos pálidas como manos muertas.
¿Son éstas, acaso, manos de Juana?
Rimbaud comienza por hablarnos de las manos de Jean-Marie y como estas la caracterizan, como toda la sociedad puede ser valorada según la disposición de sus manos en la sociedad. No importa tanto lo que pueda pensar una persona si estos pensamientos no son una acción, esta para mí es la radical diferencia entre el pensamiento y la ociosidad silogística de muchas personas.
Sus manos son bronceadas y a la vez pálidas, esta imagen que parece contradictoria desde una impresión superficial es totalmente certera, no solo desde una perspectiva visual sino desde una posición comprensiva de como la lucha bélica tiene consecuencias en las personas, así como bajo el sol se ha curtido su piel también ha palidecido por su cercanía a la muerte, al ver seres humanos muertos y participar de la defensa desde las trincheras y sus sombras.
En el último verso de la primera estrofa se pregunta retóricamente “¿Son éstas, acaso, manos de Juana?”, prototipo de la mujer refinada desde una poema parnasiano de Musset; tras esta pregunta sarcástica se empieza a plantear lo que no son las manos de Jean-Marie, así, desde la segunda a la quinta estrofa se enuncian varias erotemas que permiten saber que no se pusieron y que no hicieron las manos de Jean-Marie.

1) Estas manos no han participado de los deleites sensuales que ofrece la sociedad como algo peyorativo y tampoco se han purificado en los escenarios tradicionales de la belleza y la armonía; 2) Ni han probado de los placeres materiales del mundo, como pueden ser la infinidad de productos exóticos apetecidos por los europeos y personas en general, los puros y los diamantes no están al alcance de sus manos ni de su ímpetu; 3) Estas manos no son partícipes de la postración a lo sagrado de lo cristiano o a cualquier sacralidad como se entiende tradicionalmente, sino es la belladona la que puede herir y a la vez calmar a las personas, como antiguamente se usaba; 4) Tampoco son manos que buscan el néctar o se ocupan de despojar de lo dañino a los venenos del mundo; 5) y no son, por ser manos que actúan directamente sobre el mundo, soñadoras de los locus amenus exóticos apetecidos por los inocentes.
Luego de las cinco estrofas de las erotemas les siguen dos que terminan por enunciar lo que no hacen las manos de Jean-Marie.

Estas manos no son resignadas devotas de los pesados chiquillos sin ojos (los dioses) ni se atezaron mientras trabajaban a sus pies, tampoco son cortesanas que prestan sus servicios a los poderosos (también puede ser una manera de decir lesbiana ya que en esa época se les decía así, también “primas”) u obreras resignadas, quemadas bajo el sol de un trabajo que las despoja de su dignidad.
De este modo, si no son “manos de mujer pura y respetable ni de mujer buscona de placeres vanos” ¿qué tipo de manos son estas manos de Jean-Marie? Pues esa es la irrupción de mujeres como las comuneras: la mujer tiene un papel fundamental en la sociedad y no como un adorno o un objeto de deseo, sino como un ser que vive no por estar relacionado con un hombre, una sociedad o un sistema de administración del poder; más allá de si/no, blanco/negro o derecha/izquierda, el edificio del conocimiento de Descartes se agotó al ser derrotada la estructura binaria que sostenía el orden de control de ese momento (aun ahora pero menos que en esa época, supongo), infiero, por la irrupción de la mujer como individuo reconocido, la que puede llegar a ser vidente.

Esta forma distinta de ser mujer –mujer-adorno de marido y mujer-adorno puta- es la que es Jean-Marie: se distingue de estas dos maneras tradicionales por poder ser independiente de los hombres debido a sus actos, que son los que definen a las personas según mi opinión. Ellas son dobladoras de espinazo (es una expresión popular), convencen a las personas con su voz y ejemplo, y sin embargo son incapaces de hacer daño, no porque no puedan sino porque no lo quieren; su fuerza es tal que son más fatales que las máquinas y más fuertes que los caballos; sus manos son poderosas, no como las de las nobles que jamás han trabajado y solo han sido parásitos de los obreros. Y siendo conscientes de su gran poder y el de sus camaradas se agitan como las grandes hogueras de la revolución francesa cantando Marsellesas y no canciones de alabanza. Sus manos tienen un gran rubí (el rubí debe ser una mancha por el sol) puesto por el gran sol de amor que provoca en los borregos el deseo de cambio –dejar la resignación-: el gran sol de amor puede ser la revolución, pero no la revolución de los partidos o ideologías, tampoco solo la revolución comunera sino la revolución como acción vital de cambio, el deseo de vivir y actuar por ello a través de los siglos.

Al igual que en la primera estrofa la aparente contradicción entre la palidez y la piel bronceada se repite, pero esta vez es evidente que la palidez causada por el gran sol cargado de amor (la lucha revolucionaria por la vida misma) es causada por el brillo solar del bronce de las ametralladoras, de la violencia bélica, de la cercanía a la muerte sombría, pero a través del París insurrecto: luchar y morir por la vida.

Estas manos ahora son sagradas, Rimbaud cambia el significado de las palabras colocando al otro lado de la moneda lo que se dice normalmente y ahora estas manos atezadas, pálidas y contrarias a los valores de la nobleza son Manos sagradas, Manos de ángel. Todo revolucionario orgulloso las ha besado ebrio, pero ebrio de ella; supongo que como un rey, ella posee y da anillos, pero estos anillos pueden ser las cadenas de los seguros de los fusiles de la época.
Una mujer blanca manchada por el sol es pálida con manchas negras y rojas, además el hambre y el padecimiento le da a su piel la palidez de la enfermedad; pero esto es motivo de orgullo para Jean-Marie porque ha sido fruto de su fuerza de trabajo, y no la desatezarán haciendo sangrar sus dedos al ser pringadas sus manos en las lunas de los estanques serenos.
Bibliografía
Klinamen. La comuna de parís. Klinamen, 2012.
Rimbaud, Jean Arthur. Cartas de la vida literaria de Jean Arthur Rimbaud . Ciudad de México: Universidad Autónoma de México, 1995.
—. Poesías y otros textos. Madrid: Hiperión, 1988.
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